Peyote y San Pedro 
 

SEGUNDA PARTE: Hechos interesantes
Aventuras de un amigo en el desierto mexicano / Las experiencias de un miembro del
Foro de Chamanismo Esencial
/ Algunas recomendaciones para el consumo no ritual del peyote
Mi experiencia personal
Fuentes de consulta

 
 

Aventuras de un amigo en el desierto mexicano

En 1999, entrevisté a tres amigos, Isabel (de Puerto Rico), Miguel (español) y X (mexicano) acerca de sus experiencias con plantas psicoactivas en México. X era el único de los tres que había probado el peyote y le hice algunas preguntas al respecto. Lo que sigue es parte de esa entrevista:

Karina:  Cuando fui a hacer una investigación a San Luis, estuve platicando con unos antropólogos, y uno de ellos, [...] me dio todo un perfil del neojipi de Coyoacán y para él era un chavo que tenía entre diecisiete y veintisiete o treinta años, que vivía en la zona urbana del Distrito Federal, que no tenía cultura alguna, ni respeto por las tradiciones del México antiguo, y que estaba buscando ávidamente experiencias nuevas sin ningún tipo de conciencia, incluso ni siquiera ecológica ¿no? Digamos, tú que estás en el parámetro de edad correspondiente a ese fenómeno, ¿hay algo que te libre de caer en esa categoría de neo-jipi de Coyoacán?

X: Bueno, no lo había visto desde ese punto de vista, vaya, pero algo que me libra de eso es que nunca he vivido en el Distrito Federal. He vivido en Tijuana y en otras grandes ciudades con otro tipo de ambientes. Y no, no me considero así. No me siento parte de esa categoría porque me aíslo de involucrarme en cosa tóxicas, tú sabes que soy un poco ecologista… No, no entro en comparativa. Con lo que tú me conoces, tú puedes deducir por qué no entro en ese medio.

Karina: Bueno, yo te conozco, pero la gente que lea esto seguramente no, entonces, ampliando la pregunta, ¿tú cómo vez que haya este tipo de gente haciendo este tipo de cosas? ¿Crees que es una exploración válida o no?

X: Totalmente no. Estoy en desacuerdo. Yo mismo he sido de las personas que les molesta ver esa situación e incluso he entrado en participación por evitarlo cuando he estado allá. También cuando estuve en Chiapas, por Palenque, también hay grupitos así que hacen su camping, van así como totalmente a ver qué onda con los viajes de hongos porque los que pasan les informan y van a buscar ese tipo de aventura, pero muy inconscientemente, son patanes, totalmente, también fuera del DF van a hacer lo mismo que hacen siempre.

Miguel: A mí se me ocurre pensar que cuando hablamos de estas plantas enteogénicas, hay que ir con respeto porque esa es la función que tienen. Lo contrario al respeto sería la invalidación. Yo creo que esa es una actitud de reacción interna de rebeldía. Estás reaccionando más que actuando y yo creo que el perfil de la gente que tú nos describes, pues está en un proceso de invalidar a otros, en este caso pues a las plantas, al contexto en que están, etc. [...]

X: [...] La forma como yo lo he tomado al principio fue con guía, chamán también y fue algo así de no saber qué va pasar y un poco de temor y algunas cosas así muy extrañas… Fue en Real de Catorce por supuesto, en Watley. Y pues realmente no estaba muy decidido de si tomarlo o no tomarlo, pero después ya platicando y abriéndome un poco más con la gente que estaba en el grupo, me empezaron a decir, particularmente uno en especial, me empezó a decir que si yo había llegado hasta el desierto en esos momentos, ya estaba listo para recibirlo de alguna manera y que me pusiera a hacer un recuento de mi persona en los últimos días y ya solito iba a empezar a ingerirlo y efectivamente así fue. Solito empecé a caminar y a buscar mis familias… Entras en un trance totalmente alucinógeno. En sensaciones en parte físicas y en parte espirituales. Puedes llegar a hablar con cosas que coherentemente dice uno eso es ilógico pero ya en el viaje con peyote con el efecto de la mezcalina es totalmente lógico entrar en ese tipo de parámetros, ¿no? Entras en conversaciones que más que nada vienen a ser contigo, pero manifestadas en algo, en un cactáceo, en algún grano de tierra, cualquier cosa que se te presenta, incluso hasta en tu sombra. También depende de como traigas tú el ciclo de cómo procesar tu espiritualidad en torno al cactáceo, ¿no?

Karina: Y bueno, por la diferencia de edad, podríamos deducir que también hay una diferencia en tus compañeros de viaje ¿o no?

X: Prácticamente es muy alternativo mi medio. Como no es buscado ni es programado, es muy alternativo. Conmigo ha habido gente de sesenta, ochenta años, compañeras de cuarenta, amigos de veintitrés, pero particularmente más de los veinte años, ¿no? Y más que nada no busco a mis amigos, sino que los encuentro. En la cabaña que me llegué a alojar había unos argentinos, había gente de sudamérica, gente de Europa. También varían las edades pero podría decir que van en caravanas de backs/back-pack y algunos también son científicos… hay de todo ¿no?. Por ser alternativo mi medio, también tengo la oportunidad de ver las reacciones de gente que tiene muy baja su autoestima ¿no? En este caso la gente que va en grupos del Distrito Federal -esto fue por el 94, cuando fui al Quemado- había un grupo de chavos entre los veinte y los diecisiete consumiendo peyote pero con otras intenciones, en plan más por morbo, por adicción, no sé, por ponerse locos… Sin información.

Bueno, yo tampoco busqué información y no sé si fue un error o no, pero al llegar allá todo se me presentó relativamente muy tranquilo y sí llegué a retomar que entré con un guía espiritual, más que nada. Después ya tienes un tipo como de desprendimiento. Cuando tú ya estás en el viaje y llegas a comprender partes de ti, te desprendes de lo que es un guía. Incluso me llegué a adentrar tres horas más hacia adentro acampando tres días más y estando totalmente solo ya en un viaje solitario. Eso es ya como un desprendimiento. Pero no estás solo, siempre hay un contacto muy directo con lo que es la espiritualidad, con Dios… no sé, yo también me viajé mucho en eso. Sentí su manifestación a mi alrededor al grado de que no te da cabida a pensar en otro núcleo humano o natural como algo separado, sino que todo se te hace igual. Entras en una latitud en la que, como te comenté, incluso llegué a transformarme yo mismo en un tipo de cactus, sentir cómo los poros de mi piel se abrían y todas esas sensaciones mezcladas en lo físico y psíquico son totalmente fuera de serie. Algunas no te las podría describir porque también son como flashes muy repentinos. Hay también partes oscuras de ti en las que hasta ópticamente pierdes todo el sentido.

(Ir a la entrevista completa con Isabel, Miguel y X)

Las experiencias de un miembro del Foro de Chamanismo Esencial

Como moderadora del Foro de Chamanismo Esencial de la Red Latinoamericana de Luz tengo la enorme fortuna de recibir diversos relatos personales de los miembros de nuestra lista de correos procedentes de Estados Unidos, España y Latinoamérica.

 

 

Entre ellos me llamó mucho la atención el relato de mi paisano Mario Cervantes, donde daba cuenta de sus experiencias con el peyote y advertía acerca de los riegos que encontró al aventurarse solo en el desierto mexicano por primera vez. Así es que le pedí permiso para incluir aquí su relato. Afortunadamente él aceptó y lo complementó con más datos de interés general y ahora podemos compartirlo en este espacio.

Mi experiencia.

Gracias a los libros de Castaneda tuve contacto con un aspecto de la cultura y saber indígena que había sido ajeno a mí hace años, a pesar de vivir en un país en donde se hablan decenas de dialectos autóctonos.

Efectivamente los dos primeros libros, Las enseñanzas de Don Juan y Una  realidad aparte, despertaron mi interés en las plantas alucinógenas y curiosidad en probarlas, pero a partir del tercer libro de nombre Viaje a Ixtlán, Carlos menciona que en su  aprendizaje las plantas fueron adecuadas en él específicamente por ser "lento" usando el lenguaje de Don Juan y que éste no recomienda su uso. En los libros posteriores Carlos ya no menciona el uso de plantas alucinógenas, y en los libros de los otros miembros condiscípulos de Carlos, su entrenamiento no incluye (al menos no lo exteriorizan) el uso de estas plantas.  

Años después leí el libro Toltecas del Nuevo Milenio, en donde Víctor Sánchez describe el modo de vida, los peregrinajes y las ceremonias de los  Huicholes o Wirráricas, que son un grupo étnico casi sin influencia de la  cultura occidental, a diferencia de la mayoría de las etnias en México. Ellos consumen cantidades enormes del peyote, ancianos, mujeres, hombres. No hablan de Cristo, pero sí hablan de el Padre Sol, la Madre Tierra, etc. 

Víctor describe a los Huicholes como un pueblo en donde la magia se vive de manera cotidiana y natural. Sin embargo, según el relato Víctor y su grupo no consumen peyote al acompañar a los Huicholes en la peregrinación pero sí logran tener visiones y entrar a  la "segunda atención", bastando una actitud especial y aprovechando la influencia de los "poderíos" (el poder del desierto, del fuego, etc).

Víctor en particular no recomienda el consumo del peyote, ni su visita a los lugares sagrados de los Huicholes. Él toma, en su contacto con diversos grupos indígenas, procedimientos, acciones, actitudes, que llevan por su propia fuerza y con ayuda de la naturaleza, a contactar el lado izquierdo, la segunda atención y descubrir el potencial de otro yo que hay en cada uno.  

Paradójicamente a su recomendación, este libro fue "la inspiración"  a un viaje solo, al lugar sagrado de los Wirráricas, con la intención de subir la Montaña Sagrada, sin visitar el desierto (que está en las faldas de la montaña y donde se encuentra el peyote o Híkuri).

Por aras del destino llegué el desierto y no a la mantaña. Y un lugareño  me mostró el peyote y recomendaciones de cómo usarlo. Aunque se corta, se hace de manera especial para que no muera y puede regenerarse. Lo usé al atardecer. Debido a la lectura de algunos libros y alguna práctica en algunos tipos de meditación, medité un buen rato, para acercarme al silencio y a estar en paz para recibir lo mejor posible aquello que fuera a venir. Además, sabiendo las plantas seres conscientes, y más el híkuri (peyote), pedí perdón al cortarlo y explicarle  mi intención de crecimiento personal y pidiendo su ayuda. Sentí que ceptó.

Entrada la noche y después de la meditación, sin fuego (el Abuelo Fuego es Sagrado para los Wirráricas, pero para entonces no sabía usarlo), consumí el peyote. El efecto comenzó muy lentamente. Su sabor no me gustó y me ayudé con agua para ingerirlo. Vomité un rato después, creyendo que por vomitar el peyote nada pasaría finalmente.

El efecto principal fue el acrecentamiento de la conciencia de mi vida, tuve una claridad tremenda de darme cuenta de cómo el miedo había afectado todo el transcurso de mi vida, de cómo detrás de mis supuestas decisiones se hallaba el miedo. No fue una conciencia racional, fue conciencia a nivel de un gran entendimiento, al mismo tiempo que vivía el terror corporalmente de manera concentrada que tenía en el cuerpo y particularmente en los  riñones, literalmente sentía ataques de miedo en los riñones. De alguna  manera mi conciencia se dividió en dos: una sentía el gozo de tener  claridad y entendimiento profundos y otra sentía el terror en el cuerpo. (En este momento que lo escribo mis riñones se están "moviendo", están  "recordando"). 

Quise "ver" utilizando algunas técnicas de clarividencia que había aprendido, pero fui completamente incapaz de usarlas con éxito. En ese momento me di cuenta que, para algunas experiencias no tenía capacidad volitiva para decidir tenerlas y en otros sí tenía esa capacidad volitiva. Podía pensar, pero no podía imaginar. Me cansé después de unas dos horas, pues tanta intensidad continua me desgastó. Quería descansar y salir del estado de conciencia, pero el efecto siguió fuerte unas tres horas más. Salía de la tienda de campaña y entraba. Al cerrar los ojos no podía conciliar el sueño, más bien veía figuras que aparecían, que me atemorizaban, serpientes que iban hacia mí, de tal manera que no podía cerrar los ojos por mucho tiempo ni descansar en esos momentos. Cuando estaba recostado del lado izquierdo, sin querer deslicé mi atención a los latidos de mi corazón, y en ese instante el ruido del latido aumentó tanto que me asusté y me levanté. Sentí cómo podía concentrar mi atención en lugares determinados de mi cuerpo, cómo si deslizara mi atención de un punto a otro.

Finalmente regresé a la Cuidad de México y durante unos dos días desperté con sobresaltos fuertes, estaba seguro que había algo ahí afuera, me daba miedo y me sentía paranoico. Me di un chequeo energético, y me di cuenta que tenía rasgaduras en el aura que me estaban haciendo susceptible a energías  externas no necesariamente malas, pero sí inadecuadas para mí. Armonicé mi aura, y se fueron los sobresaltos. ¿Qué habría pasado si no hubiera aprendido previamente esas técnicas? No sé.

Esa fue en grandes rasgos mi primera experiencia. Me di cuenta de que debíamos ser extremadamente cuidadosos con esta planta, así como la necesidad de contar con recursos de asistencia para cuidado de uno mismo. Es mejor estar acompañado con gente de confianza, sobretodo en las primeras experiencias.    

........
Prometí al desierto regresar, y cuatro años después fui con un amigo, Paco. Para aquel entonces ya había conocido personalmente a Manolo Cetina y Víctor Sánchez de AVP* y había participado en algunas actividades con ellos, sobretodo con Manolo, de manera que conocía indirectamente un poco más de los Wirráricas.

La segunda vez fue igual de intensa pero radicalmente diferente. Estuvimos  acompañados del abuelo fuego todo el tiempo durante la experiencia, y bajo su guía entré en un  estado de conciencia interna de manera que experimenté algo que, según las descripciones de algunas personas que lo han experimentado, era El Ser. Al abrir los ojos tenía una realidad, al cerrarlos tenía otra. La capacidad de enfoque era  más controlada, la experiencia fue luminosa, luminosa en conciencia. No  sólo fue un estallido de conciencia y de entendimiento, sino fue un estallido de amor y paz. Mis riñones y mi cuerpo sentían el calor cuando se lo pedía al Abuelo Fuego. ¡Qué increíble sensación de sentirse despierto! Me sorprendía de cómo habíamos perdido la conexión profunda con nuestra existencia misma y con nuestro alrededor. ¡Cómo podíamos como humanos renunciar al derecho de sentir la conciencia de la vida! ¡Qué ironía sentía al saber que al retomar mi vida cotidiana, la cotidianeidad misma me intentaría absorber, y cuán probable era que yo sucumbiera, que olvidara una vez más!

Al día siguiente hicimos una vez más una casa al abuelo fuego, y estuvimos con él una buena parte de la noche. Sólo ingerimos una tercera parte de la cantidad del día anterior. No hubo estallido de conciencia. Pero no fue problema, pues estaba tan satisfecho de la experiencia del día anterior, que me sentía en paz, sin la necesidad de tener una superexperiencia, sentía que varias cosas en mí se habían acomodado. Disfruté de las estrellas, de la compañía de Paco, de las sombras del desierto y de las siluetas de cactus el en horizonte. Algún aullido a lo lejos acompañó la velada. Fuimos a dormir. Noches frías que sin bolsa de dormir pueden ser incómodas, créanmelo.

Hicimos el intento durante todo el día siguiente de llegar a la montaña sagrada,  pero sucedieron  "cosas" que finalmente nos impidieron llegar, como tomar un camino equivocado, de comenzar a sentir calambres, molestias entre compañeros que no habían aparecido en todo el trayecto, etc... Acampamos al final del día en la parte alta de una montaña vecina, y la montaña sagrada, Launarre, aparecía al frente y tan cerca de nosotros con el ririki tan claro en la punta, que pensamos que al día siguiente por la mañana alcanzaríamos la cumbre. Vi un águila que pasó arriba de nosotros y que descendía a una velocidad impresionante. No sé si me impresionó la velocidad en sí  de su vuelo o ver que en unos segundos recorría montes que habíamos recorrido en horas. Al amanecer continuamos... y no llegamos: después de estar casi en la cima de una montaña vecina y tener la montaña Sagrada frente a nosotros, descubrimos, al acercarnos a esta, que entre ambas montañas había una cañada profunda que nos obligaría a descender lo ya ascendido y comenzar el ascenso de nuevo. Sólo pudimos tocar las  faldas de Launarre y ver el ririki en la punta que se alejaba conforme descendíamos. ¡Launarre se alejaba por segunda vez! Dejamos unas pequeñas ofrendas en las faldas de Launarre al descender. Decidimos regresar a la capital porque el tiempo de viaje había terminado. Sentí que nos había faltado impecabilidad para llegar, y que los desatinos habían sido una fuerte lección. Estaba tan seguro de que esos sucesos tan comunes aparentemente se habían conjugado para darme al menos a mí una gran lección. Una lección sobre la importancia personal y la impecabilidad.

No sé si iré de nuevo algún día. No sería un viaje meramente personal. Tendría que aparecer un propósito dictado por el poder mismo, más que por mi razón. Regresábamos a nuestro campo de batalla, la Cuidad de México.
.......
El peyote está ahí, pero también está el desierto, está el fuego, está la montaña, estamos los humanos.

Estamos tratando con conciencia de diferentes tipos, pero con conciencia  al fin y al cabo. Y como tal debemos tratar con ella, con ayuda de quienes saben tratar con ésta, al menos en un principio. Sólo nos podemos acercar a esta con humildad y respeto. Ellos nos ayudan a ver “aquello” que ya está allí, “aquello” es lo realmente importante.

La experiencia con alucinógenos puede ser un tesoro si se hace como se debe, pero de lo contrario creo que agrede a la naturaleza y también a  nuestra integridad. 
............. 
Gracias al desierto, al peyote, a los wirráricas (que en persona conozco sólo a uno), a Paco, a Launarre, a Manolo Cetina, a Víctor Sánchez y por supuesto a Carlos Castaneda, que compartieron  y comparten su magia en mi camino con corazón. 

Mario Cervantes


* Arte de Vivir a Propósito (hoja en www.toltecas.com).
Manolo Cetina posteriormente sale de AVP y crea Conexión Natura (su hoja en www.naturaconnection.com), es fundador de una asociación de apoyo a los Wirrarica (ver hoja en www.nierika.org).

 

Algunas recomendaciones para el consumo no ritual del peyote en el desierto

Para evitar percances "en mentalidades sanas y decididas a emprender la excursión psíquica con el peyote", Antonio Escohotado (6) recomienda :

- escoger cuidadosamente la hora (al final de la tarde o entrada la noche) y el entorno (preferiblemente en contacto con la naturaleza)

- contar con la supervisión de guías, buenas compañías, o sencillamente amigos adecuados

- ingerirlo en ayunas paras potenciar los efectos visionarios y reducir eventuales náuseas y

- terminar el viaje con una comida abundante.

 

El antopólogo Joaquín Muños desaconseja el uso del peyote entre los "seudojipis de Coyoacán", pero pide que por lo menos:

- se corten con un cuchillo al raz del suelo, dejando la raíz intacta para no liquidar a la planta y

- nunca se coman en un contexto urbano para evitar cuadros de psicosis.

Por último, el farmacólogo Jonathan Ott propone: "Personalmente pienso que los extranjeros deben permanecer en sus casas y tomar LSD o cultivar sus propios San Pedro (Trichocereus pachanoi)" (17).

 

 

 

MI EXPERIENCIA PERSONAL

El lunes 27 de noviembre de 1996 escribí lo siguiente en mi Diario:

Hace unos días tuve mi primer encuentro con el peyote. Conseguirlo y buscar un lugar propicio para la experimentación me mostró hasta qué grado la prohibición internacional ha afectado nuestras raíces y envuelve de criminalidad actos antiguamente sagrados. Sin embargo, valió la pena, pues finalmente he descubierto mi verdadera vocación y he tenido una experiencia inolvidable.

Llegada a San Luis

Mi mamá y mis hermanos Daniel y Alejandra me fueron a llevar a la estación de autobuses, donde mi amigo Óscar ya esperaba impaciente. Compramos los boletos, nos despedimos de mi familia y abordamos el autobús.

Llegamos a San Luis como a las cuatro y media de la mañana y tomamos un taxi que nos llevó a la casa de Anoushka, la novia de Óscar. Dejamos las cosas allí y nos fuimos a caminar por el centro. Óscar es un excelente guía de turistas y San Luis Potosí de madrugada es una ciudad fantástica. Regresamos al amanecer y nos dormimos otro rato.

Anoushka me cae súper bien. Tiene 27 años, habla casi perfecto el español, da clases de antropología en una fundación de San Luis, adora a Óscar, le encanta darle celos, se desespera por la incapacidad de sus alumnos mexicanos para captar la esencia de lo que quiere que aprendan, no le gusta que la vean como extranjera, no le gustan los rodeos de los mexicanos que ella considera falta de franqueza, a pesar de ser holandesa le dan miedo las drogas, es austera en lo material y posesiva en lo sentimental.

La visión de los antropólogos

El sábado por la mañana nos fuimos con ella a la fundación. Ya había hecho arreglos para que ese día su jefe platicara conmigo sobre los huicholes y el peyote y para que un amigo suyo nos llevara el domingo a conocer Real de Catorce. Su jefe también es antropólogo, se llama Joaquín Muñoz, siente una gran reverencia por los pueblos indígenas y una gran aversión por los que no estudian su cultura y su idioma y sólo se interesan en sus ritos peyoteros. Esto no lo supe hasta después, así es que llegué, le platiqué algo de la tesis que pretendo hacer sobre las causas políticas detrás de la prohibición de ciertas drogas y la venta libre de otras, le mencioné mi libro [que se convirtió en esta web] y le enseñé la escasa información que llevo capturada sobre el peyote para que la complementara.

Nos dio muchos datos interesantes y otros exasperantes. Nos habló de Antonio Escohotado, a quien conoció en el 92 en un seminario que organizaron en San Luis en torno a las plantas alucinógenas y su uso ritual. Dice que Escohotado es "un flaquito mercenario que no da paso sin huarache", que cobra todas sus conferencias, que tiene una legión de chavas admiradoras, que le tiene miedo a su esposa y que en aquel entonces ¡la engañaba con la cantante Alaska! También habló pestes de Octavio Paz y todos los intelectuales y los "neojipis de Coyoacán que vienen a probar el peyote sin saber un pepino sobre los huicholes"...

Dicho lo anterior no nos quedaron ganas de pedirle que nos diera algunas orientaciones para encontrar peyote. De cualquier forma, durante la conversación, ya nos había asegurado que el peyote no está en peligro de extinción, que hay que buscarlo en otras zonas porque ha huido de los puntos tradicionales, que le gusta crecer en comunidades que se extienden formando manchas a la sombra de otras plantas para protegerse de las heladas, que es absurdo que un heredero de la cultura occidental le pida permiso a la planta antes de cortarla porque sólo es una planta y la cultura debe marcar tanto el ritual como las visiones del viaje.

También nos comentó que hace poco había encontrado granades manchas entre la ciudad de San Luis y el famoso pueblo minero abandonado Real de Catorce, a pocos metros de un retén, casi a la orilla de la carretera.

Aunque obviamente no concuerdo con la mayoría de sus puntos de vista, Joaquín Muñoz me cayó bastante bien por sincero y pendenciero, así es que terminé invitándolo a venir a la Ciudad de México al foro que planeamos hacer en la UNAM el año próximo. Aceptó y prometió enviarnos con Anoushka unas fotografías de una figura prehispánica con forma de peyote que su equipo encontró en Tamaulipas para que las reproduzca en mi libro [que con el tiempo se convirtió en esta web].

El resto de la mañana, mientras Anoushka daba sus clases, Óscar y yo nos fuimos a pasear de nuevo por el imponente centro histórico de San Luis.

Éste es mi amigo Óscar

Ésta soy yo

En un Palacio de San Luis

Esa noche Anoushka y yo estuvimos hablando acerca de sus temores de estacionarse en la carretera y bajar a buscar peyote porque en su condición de extranjera, y holandesa para acabarla de amoral, es muy fácil que la deporten. Comprendí que no era justo para ella que nos acompañara y quedamos en que el lunes nos presentaría con Ismael, uno de sus alumnos para que él nos llevara a buscar peyote a Óscar y a mí. Óscar no se enteró del asunto porque -en uno de sus desplantes wannabeats- se salió a caminar y volvió hasta la madrugada. Supuse que cuando regresara de su caminata nocturna Anoushka se lo diría, pero creo que no fue así y en parte por eso se súper enojo cuando al día siguiente pasó por nosotros Javier, un amigo-admirador de su novia y nos llevó en su camioneta hasta Real de Catorce sin detenerse cerca del retén.

Visita a Real de Catorce

Óscar y yo íbamos atrás de la pick-up aguzando la vista para tomar nota del lugar por si veíamos alguna mancha. Creímos ver algunas pero no estábamos seguros porque hay bastantes cactáceas parecidas y nunca habíamos visto un peyote "en vivo". Ya en el viejo pueblo minero -convertido en atracción turística y hábitat de algunos jipis- después de haber cruzado un extraño túnel de más de 2 km, Óscar me confesó a qué se debía la otra parte de su encabronamiento: los celos.

Mientras Javier y yo platicábamos con un viejo minero que vendía cuarzos en bruto y rocas iridiscentes maravillosas, Óscar y Anoushka se reconciliaron. A partir de entonces todos disfrutamos nuestro recorrido por el extraño lugar. Entramos a una iglesia chistosísima de "colores peyotescos" según Óscar; visitamos el toreo y el palenque acústico; vimos una lagartija de colores iridiscentes como las rocas; entramos a una mina clausurada, recogimos rocas de cuarzo en el descenso y nos fuimos a comer. Yo estaba extasiada capturando imágenes visuales porque se me olvidó la cámara, Anoushka se sintió felizmente celada y Óscar hasta se puso a platicar con Javier.

Regresamos por la noche. Esta vez me fui adelante con Javier. Durante la mitad del camino escuché sus tácticas para criar caballos de carreras y gallos de pelea así como los detalles de su causal de divorcio. Durante la segunda mitad me tocó responder todas sus preguntas sobre drogas "porque no todos los días se conoce a una experta y siempre es bueno saber de todo un poco, ¿no?"

El peyote viene a nosotros

El lunes por la mañana Anoushka se fue a trabajar. Cuando regresó comimos juntos y luego Óscar se fue en bici al parque Tangamanga y nosotras regresamos a la fundación. Allá encontramos a Ismael, uno de sus alumnos. Me presenté con él, le tiré el choro de la tesis y el libro y le dije sin rodeos que quería probar el peyote y que Anoushka me había dicho que quizá él pudiera guiarnos a Óscar y a mí para encontrar algunos ya que conocía muy bien la zona. A Ismael le agradó mi trabajo y me dijo, también con toda franqueza, que de hecho él había recolectado varios peyotes en su última visita al desierto y tenía algunos en su casa, que si queríamos, al día siguiente nos daría dos ejemplares para cada uno. ¡Así de fácil!

Yo estaba anonadada, desconcertada y feliz de que el peyote fuera a nuestro encuentro sin que nosotros tuviéramos que entrar al desierto por él.

Óscar llegó en esos momentos, le agradecimos mucho a Ismael su valioso ofrecimiento, platicamos con él un rato más y quedamos de vernos a las ocho de la noche del día siguiente para irnos juntos a una presa muy bella a comer el peyote. Nos aconsejó hacer un ayuno a partir de ese momento y a mí en especial me dijo que dejara de fumar. Saliendo de allí nos fuimos a un bar a buscar a Dominique, un antropólogo francés que según Anoushka podía platicarme más sobre los huicholes y sus ritos.

Resulta que cuando llegamos al bar, el tal Dominique estaba totalmente ebrio, no quiso platicarnos nada y se dedicó a tirarle la onda a Anoushka. Yo de plano me salí porque tenía unas ganas locas de fumarme por lo menos un tabaco. Para compensar mi ansiedad compré un libro sobre radiónica y me puse a platicar con los "neojipis" de la plaza de Aranzazú. Allá me alcanzó Anoushka feliz de haberle dado celos a Óscar nuevamente. Observamos toda la mercancía y compramos un cuarzo para Frida y una pipa de hueso para mí. Luego volvimos otro rato al bar para observar un connato de pleito entre Óscar y Dominique.

De regreso a casa pasamos por una fundación alemana donde encontramos a otros dos alumnos de Anoushka: León Lamm y su novia. León me cautivó, es un chavito ávido de conocer todo lo cognoscible sobre la faz del planeta. En cuanto me presentaron como "estudiante de la UNAM haciendo una investigación de campo sobre el peyote en San Luis", se propuso extraer de mí toda la información posible. Así es que nos fuimos los cinco a tomar un café. Resulta que el niño León está fascinado justo con el mismo libro que me recomendó el amigo de Jean-Pierre, Martín Montenegro antes de morirse: Una eterna trenza dorada de Göedel... Definitivamente habrá que conseguirlo.

Coincidencias científicas

Esa noche leí todo el libro de radiónica y me sorprendí nuevamente al encontrar confirmadas algunas teorías de la tesis de filosofía matemática dimensional de mi amigo Jean-Pierre [JP] y las de otro libro que estuve leyendo antes del viaje a San Luis: Mensajeros del paraíso (30), un texto muy disfrutable de Charles Levinthal acerca de los receptores opiáceos que fabrican nuestros cerebros, o sea, las endorfinas, y su papel dentro de la evolución humana .

Allí encontré en tinta ajena confirmaciones a las siguientes hipótesis:

1. Los seres humanos tenemos dos cerebros (que JP llama antropológico y gnóstico y Levintal reptiliano-mamífero y neomamífero).

2. Somos un experimento sobre la tierra (JP lo dice parafraseando a los supuestos amigos extraterrestres de Carlos Díaz y Levinthal por la inexistencia de un eslabón evolutivo que conduzca de los primates al hombre).

3. La existencia de una especie de "internet cósmico" en el que inteligencias superiores colocan información para que los humanos conectados en ese canal puedan "bajarla" (JP dice que las ideas llegan sincronizadas a ciertos hombres cuando es la hora de que las conozcamos y Levintal da ejemplos asombrosos del descubrimiento paralelo de las endorfinas por tres equipos distintos de investigadores).

El libro de radiónica apoya nuevamente la tercera teoría y se vislumbra la causa que JP alude sin explicitar: mientras no evolucionemos espiritualmente, el manejo energético, como es el caso de la radiónica, lejos de constituir un remedio contra el dolor, podría representar el aniquilamiento de la raza humana. Éstas es otra coincidencia entre los tres libros: directa o indirectamente tratan sobre el dolor y la evolución vinculándolos. Levinthal ve en la evitación del dolor el motor de la evolución y la radiónica ve en la evolución la evitación del dolor; Jean-Pierre, si bien entiendo, considera que ambas cosas van de la mano, no como causa y reacción, sino como procesos simultáneos; no como fines en sí mismos, sino como medios para otro fin aún intangible.

Paranoia nocturna

El día siguiente despertamos tardísimo y lo pasamos tranquilos, básicamente leyendo, andando en bici y comprando chucherías. Poco antes de las hora de la cita con Ismael pasamos a recoger los sleeping bags que Jean-Pierre nos prestó. Justo antes de salir llama mi mamá para preguntar por qué no me reporto. Luego me pasa a mi papá que enseguida me pregunta si ya probé el peyote. Me río y le digo que aún no, pero que estuve hablando sobre los huicholes y sus ritos con los antropólogos. Pregunta si todavía tengo dinero. Todavía. Me vuelve a pasar a mi mamá. Contesto sus preguntas y prometo hablarles para avisarles cuándo regresamos.

En la fundación ya está Ismael con una cara de friqueado que no puede con ella. Dice que ya lo pensó bien y resulta sospechoso ver a cuatro chavos acampando en una presa. Anoushka que había quedado de ir a vigilarnos se arrepiente. Óscar coincide, dice que nos vemos sospechosos con las mochilas. Ismael nos da los peyotes en una bolsa y se despide. Yo le agradezco audiblemente el gran regalo y le reprocho silenciosamente el abandono. Óscar dice que mejor mañana busquemos un lugar seguro para instalarnos. Yo me enojo y hago berrinche. Enciendo mi primer cigarro en 24 horas. ¡Me sabe a gloria! Óscar me abraza, lo dejo que me abrace mientras me quejo de la pinche prohibición, del pinche país que reniega de su sabiduría y reprime a quienes pretenden seguir sus ritos; de las pinches autoridades a quienes cuatro chavos con mochilas les parecen sospechosos...

Le digo que ya no incomodemos a la gente pidiéndole que delinca con nosotros, que mejor llevemos nuestros peyotes a la Ciudad de México y nos vayamos solos al bosque de La Marquesa. Él se encabrona. Hace su propio berrinche y camina solo mientras Anoushka trata de convencerme de que es más peligroso viajar con el peyote al DF que buscar mañana quien quiera infringir la pinche ley y pueda prestarnos un espacio para la experimentación.

Cuando regresamos a la casa, examinamos nuestros preciados peyotes y discutimos. Yo insisto en que ya no molestemos a nadie y nos los llevamos. Anoushka insiste en que hay que hablarle al Ñoño Flanders, o sea, Javier rebautizado por su novio, para que nos invite a su rancho. Óscar continúa en su berrinche silencioso que sólo rompe para pedirme que salgamos a caminar. "¿Ahora?", pregunto. "Sí güey. / Nel qué tal si nos ven sospechosos... / ¡Vamos carajo! / Bueno..."

Él dice que caminar tranquiliza muchísimo, yo ya estoy cansada de tanto caminar y andar en bici todo el día. Pienso decirle que caminar sólo tranquiliza a los wannabeats, pero me quedo callada y camino sin tranquilizarme. Después de un rato Óscar comienza a explayarse. Está molesto consigo mismo porque dejó todo en manos de Anoushka, cuando debió de haberse hecho cargo él mismo. Se siente responsable porque aún no hemos probado el peyote. Sabe que el día de mi cumpleaños mi papá me dio dinero para comprar un módem y conectarme por fin a internet, pero pensando que el Master de este juego de roll llamado Tierra ya proveerá, usé el dinero para algo que se me antojaba más prioritario. En fin que sintiéndose directamente responsable de que aún no probáramos el peyote, Óscar decide tomar el control. Me convence de que irnos a mi adorado bosque de La Marquesa en lugar de quedarnos en el desierto es un sacrilegio; de que no necesitamos la ayuda de nadie; de que mañana podemos rentar una bicicleta e irnos a cualquier lugar solos; y de que vayamos inmediatamente al Coyoacán de San Luis, o sea, a la Plaza Aranzazú para preguntarles a los "neojipis" por un sitio cercano, desértico y solitario.

Los neo dicen que vayamos a cualquier cerro de San Pedro, otro pueblo minero abandonado parecido a Real de Catorce, pero más chico, menos visitado y más cerca de San Luis. Propuesta aceptada. Vuelvo a dejar de fumar. de hecho les dejo a ellos el resto de mis tabacos. Óscar quiere ahora que vayamos a tomar un café. Yo le recuerdo que: "Anoushka se quedó sola en casa... / ¡Eso debiera decirlo yo! / Pero no lo dices porque eres un wannabeat." Caminamos hacia Carranza, rumbo al parque favorito de Anoushka para preguntar dónde rentan bicicletas. No hay nadie que sepa.

De regreso a casa ya estamos totalmente tranquilos, reconciliados y felices. Óscar sabe que adoro a los wannabets, que por eso hago teorías sobre ellos y que cuando lo llamo así no es con desprecio, sino con soslayada admiración. Y yo ya sé que, tal como me dijo Jean-Pierre después de que él y Óscar escenificaron en mi cuarto "una lucha de territorios", Óscar sí es del tipo de los que habrían "madreado" a JP en la secundaria. Cuando se lo pregunté dijo con una carcajada que "¡A güevo!" y añadió que en esa época era todo un "criminal en potencia". Regresamos a dormir con la intención de levantarnos temprano.

Excursión psíquica en San Pedro

Óscar madruga. Yo me despierto temprano y me entero de que ya fue a investigar lo de las bicicletas y sólo las rentan en el interior del parque Tangamanga. También averiguó que un taxi a San Pedro nos cobra cincuenta pesos. Aún tengo dinero, así es que ya la hicimos. El problema está en que allá no hay ningún tipo de transporte para regresarnos, pero no importa. Nos vamos y luego vemos cómo le hacemos. Ahora hay que lavar nuestros queridos peyotes y sacarles una foto:

El taxista nos deja en plena terracería y empezamos a explorar el bello y extraño sitio.

En un pequeño montículo hay un campamento con unas tres o cuatro tiendas de colores que contrastan con los tonos sepia del paisaje. Este es un pueblo aún más abandonado que real de catorce. Sin embargo, cosa rara, parece haber una familia de pobladores que conviven con las ruinas.

Vemos una pareja de turistas visitando lo que de lejos parecen ser cavernas, aunque ya de cerca se descubren como entradas de edificios construidas horadando el cerro mismo.

Subimos por entre los restos de antiguas casas. Son laberintos que te aprisionan cuando crees que vas llegando a alguna pendiente. Óscar quiere que nos instalemos en el interior de alguna ruina. Yo prefiero en el exterior, en la cima de algún cerro. Entonces cruzamos para subir al que nos queda enfrente.

Escalamos por una -para mí peligrosísima- cuesta de arena. Óscar sube con soltura porque no tiene miedo de caerse. Yo trepo casi a gatas anclada por mi inseguridad hasta que encontramos una vereda.

Óscar quiere seguir escalando. Yo quiero seguir por un camino que parece ascendente. Él trepa y yo camino pensando encontrarlo en la cumbre, pero la vereda conduce hacia el próximo cerro y no hacia la cima. Así es que no me queda de otra más que ponerme a escalar.

Y allí voy yo sola cargando una mochila que cada vez me pesa más. Ya no hay arenas, ahora hay piedras, cactos, espinos y hierbas. Estoy a la mitad y me siento extenuada, me falta el aliento y tengo taquicardia. En un momento dado experimento un miedo tan grande que sé que si no me controlo podría convertirse en pánico. Me detengo a descansar y trato de tranquilizarme pensando que mi acelerada frecuencia cardiaca y no el lugar o la soledad es lo que me perturba. Antes de reiniciar la marcha detecto que en realidad es la inclinación lo que me asusta. Pienso que en la planicie de la cima me tranquilizaré y me concentro en llegar. No obstante, conforme sigo subiendo (en pausas para que mi frecuencia cardíaca se mantenga moderada) alcanzo a ver que la cima no es plana. Miro hacia abajo, saco una foto y me convenzo de que descender sería más difícil que continuar.

Arriba ya debe estar Óscar y él sabrá cómo se baja un cerro desértico, pienso en un intento por refrenar otro ataque de miedo. Afortunadamente en eso escucho a Óscar gritando mi nombre. No lo veo, pero lo escucho aliviada. Le contesto y camino en dirección a él. Me regaña porque nunca le hago caso y se mueve seguro frente a mí hacia la única palma que hay en todo el cerro.

Mientras saca las cosas y acomoda los sleepings a la sombra de la palma, yo sólo pienso en sentarme para sentirme un poco segura y descansar. Lo hago, pero la seguridad no llega. Tengo la sensación de que me voy a resbalar si me descuido, así es que me arrastro hasta recargarme en la palma y asegurarme de que puedo abrazarme a ella para detenerme en caso de emergencia. Le agradezco enormemente su presencia y ya más tranquila, miro hacia abajo y esto es lo que veo:

Óscar en cambio está fascinado con el panorama horizontal. Dice que en el cerro de enfrente hay dos pequeñas cruces. No alcanzo a verlas. Me pongo los anteojos que sólo uso para leer y conducir, pero aún así apenas distingo las siluetas.

Después de beber agua y contemplar el paisaje, sacamos nuestros respectivos peyotes y nos los comemos gajo tras gajo. No saben tan mal como esperaba. Tampoco nos provocan náuseas.

Óscar está en su elemento. Sencilla y elegantemente busca unas varas. Me da una y se lleva otra cuando decide explorar el entorno. Como yo me siento totalmente fuera de lugar, decido quedarme con la palma y observar el paisaje que se extiende hacia mi izquierda con la luna difuminada entre los bellos azules:

Luego me concentro de nuevo en lo que hay frente a mí y escucho con claridad los regaños de una madre a su hijo y los llantos de éste. Decido que no es muy agradable y me pongo los audífonos para que Dadawa me acompañe. Cierro los ojos y me dejo llevar por los juegos de voz mientras espero con calma emocionada los primeros indicios de los efectos. Cuando los abro miro de nuevo hacia la izquierda, ¡descubro que ya se ha ido la luna! y saco la última placa del rollo:

Me quito los audífonos y me dedico a disfrutar los distintos tonos del cielo. Le doy gracias al Universo por salvar la vida de mi amiga Frida que sufrió un aparatoso accidente en Cuba hace unos días. También le doy gracias por acercar a nosotros el peyote tan fácil y rápidamente y porque en esos momentos me siento tranquilamente acompañada y protegida.

Minutos después Óscar aparece en mi campo visual. Lo saludo y mientras sube hacia mí lo veo muy alto, tan moreno, con la barba y el bigote al estilo del caudillo del sur y el sombrero colgando. "¡Zapata vive!" le gritan a veces los compañeros de la universidad cuando camina como ahora, muy dueño del suelo que pisa y llevando el pelo atado. En un instante entiendo la fascinación de Anoushka y sus demás admiradoras europeas. Pero además, en estos momentos, con la vara en la mano se ve como todo un guerrero de la tradición solar.

Se lo digo mientras se sienta a mi lado y me autocompadezco por sentirme como una hechicera lunar fuera de su elemento, encaramada en un cerro plenamente iluminado por el sol y no retozando en un bosque húmedo iluminado por los rayos de la luna. Le digo que el peyote es una planta masculina de la tradición solar y diurna, mientras que los hongos son femeninos, de la tradición lunar nocturna.

Él me dice que no debraye, que la luna refleja los rayos del Sol, que la energía es la misma y que el Sol también es mi dios. Indudablemente tiene razón. Así es que me asomo por la palma, del lado derecho y saludo al Sol. Luego nos recostamos de cara a él y platicamos sobre el argumento de un libro de Bradbury que Óscar está leyendo. Me cuenta que el hombre ilustrado tiene tatuajes en todo el cuerpo, y la gente ve en cada ilustración algún pasaje de su vida. Dice también que el sol tiene un halo color violeta. Yo no lo veo. Cierro los ojos y cuando los abro el cielo me parece más azul, pero el halo violeta no lo encuentro.

Me incorporo y me sorprendo como niña al descubrir que ahora veo las dos cruces del cerro de enfrente con total nitidez. ¡No lo puedo creer! Óscar insiste en que el sol entero tiene ya un tono violáceo. De repente escuchamos graznidos, miramos hacia arriba y nos encontramos con una parvada de aves de color ocre volando en círculos sobre nosotros. Óscar me grita emocionado que si no veo las estrellas verdes. Sólo veo a los pájaros que desde mi perspectiva parecen peces nadando en un mar azul intenso. Óscar quiere que vea las estrellas. Yo también quiero verlas, pero para mí no están.

Nos incorporamos juntos y ahora mi amigo-mago tiene frente a sí un gusano de colores. Siento que a mí no me va a hacer ningún efecto de tipo visual, que quizá necesitaba una dosis mayor para vencer mis resistencias. Para no caer en malos rollos, trato de substituir mi desilusión con la euforia de Óscar. Le pido que me describa con detalles todo lo que ve. Y él toma encantado el papel de lazarillo en un mundo visual al que por alguna causa no pude acceder.

Óscar es un niño fascinado que mira todo con un embeleso sonriente mientras grita: "¡Mira, mira! ¿Estás viendo esto?" Y como no, busca palabras para transmitirme el color verde-azul de las estrellas que danzan entre las aves sólo cuando éstas aparecen. Van y vienen y con ellas las estrellas, los gritos y la fascinación de Óscar.

Ahora no están y ambos escuchamos risas que vienen desde la derecha. Me recuesto y cierro los ojos para dejar que Óscar disfrute de sus visiones y ver si yo obtengo a cambio algún tipo de percepción corporal o algo así. Un nuevo, "¡Mira, mira!" algo que supongo que tampoco voy a ver, me hace incorporarme tardíamente para ver ¡¡a un zorro por detrás!! ¡¡¡Estuvo a unos dos metros de nosotros antes de correr cerro arriba!!!

Óscar quería tomarle una foto, pero ya no hay rollo. Ambos discutimos entre risas de asombro en qué gasté la última foto y si la cola esponjada sólo es propia de los zorros o si pudo habernos visitado un coyote. En eso regresaron las aves y las estrellas. Nos incorporamos. Me pongo a pelar mandarinas y naranjas que Óscar avienta hacia arriba para que las aves vengan por ellas y las coman. Cuando se acaban las frutas arrojamos galletas saladas que vuelan como pequeños freesbys y vaciamos el contenido de nuestras botellas de agua. Yo le entrego la mía a la palma que me prestó seguridad.

Mientras Óscar continúa extasiado con las aves y sus danzas, yo me clavo en la nitida contemplación de las dos cruces que poco antes apenas veía con los lentes puestos y que ahora veo estupendamente sin ellos. ¡¡¡Me parece un milagro en toda regla!!!

No entiendo cuál es la relación entre comer una cactácea y recuperar mi capacidad de visión paulatinamente perdida desde hace años. ¿Qué ocurrió dentro de mi organismo? ¿Qué neurotransmisores en mi cerebro pueden hacer que las deformaciones físicas de mis globos oculares causantes del astigmatismo y la miopía que tengo queden trascendidas de tal forma que ahora puedo ver perfectamente a la distancia? ¿Podré ver también de cerca? Saco un libro de la mochila y ante mi sorpresa, ¡veo el dibujo de la portada y las letras con profundidad, como si se tratara de un cuadro de tercera dimensión!... ¡Increíble! Comparto mi hallazgo con Óscar quien también ve los efectos de profundidad aunque no puede ver las letras...

Óscar se va a dar una vuelta en compañía de su bastón y yo me quedo pensando cómo es que pueden ocurrir tales prodigios. ¿Cuál será la explicación científica? ¿Acaso la mezcalina trasciende las leyes de la física que hasta esos momentos han venido operando en mis globos oculares? ¿El efecto será temporal o permanente? Si resulta ser temporal, quizá la mente no esté encadenada a la materia y pueda trascender sus limitaciones a través de la química. Y si el efecto es permanente, quizá la química puede suplir de alguna forma hasta ahora inadvertida los defectos físicos de mis globos oculares... Cualquier explicación al milagro resultaría asombrosa.

Este tren de pensamiento me lleva a recordar que en la radiónica se usan únicamente las frecuencias vibratorias de las drogas para curar. Con el libro de radiónica ya son tres veces que encuentro informaciones vinculando tan estrechamente las drogas y la sanación. ¿Por qué encuentro información confirmatoria en el transcurso de mi investigación sobre las drogas? ¿Todo se conjuga o yo estoy conjugándolo todo?

A partir de este punto pasé a cuestionar mi papel en todo esto: ¿Qué hace una escritora que estudia ciencias políticas investigando sobre drogas, vibraciones y evolución? Y la respuesta me pareció una obviedad que terminaba respondiendo mis preguntas anteriores: No soy escritora, ni soy politóloga, ni aprendiz de toxicóloga. ¡¡¡En realidad soy una investigadora!!!

¡¡¡UNA INVESTIGADORA DE LA CONCIENCIA!!! Ya que lo que investigo es siempre, directa o indirectamente, la conciencia humana, la mía y por extensión la de los demás...

Todo lo que he hecho hasta ahora es explorar esa conciencia. Primero la abordé en conjunto, desde la óptica limitada de la ciencia política, luego exploré mi propia conciencia, a través de la introspección que supuso la terapéutica escritura de mi novela The dark side of Satélite y otras búsquedas, y la que suponen todas las experiencias consignadas en las páginas de mis diarios... que a fin de cuentas no son pura introspección, sino una combinación de ésta y las comparaciones que efectúo entre mis amigas y amigos, mismas que siempre termino extiendo hacia hombres y mujeres...

Por otra parte, encontré que en mi investigación el tema de la evolución también va ligado a la evitación del dolor, aunque a mí me gusta distinguir entre dolor (que es físico) y sufrimiento (que es mental). Como el primer paso evolutivo que experimenté, -al menos concientemente- fue bajo el influjo de una droga (ver mi experiencia personal con la marihuana), desde entonces subsumo a las drogas en un complejo de evolución/evitación del dolor-sufrimiento. Eso explica mi subjetividad al tratar el tema de mi tesis, yo veo en las drogas lo que vi, lo que quiero ver, lo único que sigo viendo: una llave dimensional, un acceso a lo que JP llama virtualidad. Un acceso menos caótico, más claro, más seguro, y hasta cierto punto más controlable que los supuestos encuentros con extraterrestres y las disciplinas místicas de tipo meditativo, por ejemplo.

Pero quizá sólo sea un acceso adecuado para mí y para algunas gentes, para el resto puede ser todo lo contrario porque incluye los peligros de la desviación adictiva, del mal viaje, de la psicosis o la muerte misma; peligros que de alguna forma, para mí no lo son; peligros que he vencido y estoy transmutando en el control, la claridad y la seguridad que otros caminos no me ofrecen. Cosa que a fin de cuentas resulta un simple medio a través del cual se manifiesta mi verdadera naturaleza de investigadora de la conciencia...

La literatura es otro medio, ya que el fin no es la creación artística per se, el fin es, expresar los resultados de mi investigación de la conciencia. Y según percibía las cosas en esos momentos, tampoco éste parecía el fin último. Se me antojaba que investigar la conciencia era un objetivo temporal que se servía de herramientas como la literatura y las drogas para alcanzar la meta última de regresar al conocimiento total.

Entonces me di cuenta de que estaba desconectada de la totalidad, que yo era una microscópica parte de la conciencia estudiándose a sí misma y me sentí felizmente abrumada por la grandeza del Todo que algún día volveré a ser.

Durante unos preciados instantes asistí al milagro de percibir por primera vez un atisbo de La Realidad que han descrito algunos místicos: que formamos una unidad indivisible con todo lo que existe en el planeta.

Cuando mi azoro decreció, me preocupé por rescatar y potenciar la clara idea de que no soy escritora sino investigadora de la conciencia. Lo cual me tenía eufórica. Siempre había tenido problemas vocacionales graves y esta idea solucionaba todo de golpe con una sencillez y una elegancia impecables.

Sentía que al pensar que las drogas y la sanación estaban relacionados, no estaba "juntándolo todo" como había pensado anteriormente, sino que mi objeto de estudio englobaba todo esto y más: evolución, drogas, evitación del dolor, frecuencias vibratorias, radiónica, cuarzos... etc. Todo un mundo de cosas nuevas que estaba entrando de golpe por la ventana de mi vida en la que anteriormente sólo tenían cabida la ciencia y la literatura en compartimientos perfectamente distinguidos: lo comprobable era ciencia y lo demás literatura, ya sea ficción o ensayo especulativo.

En esos momentos los diques de mi cerebro estaban rompiéndose definitivamente y el contenido de los antiguos compartimentos estaba mezclándose en un mar de nuevas posibilidades. Un mar en donde no hacía falta comprobar para creer, donde la secuencia se invertía pues, ante la presencia de un fenómeno milagroso como la recuperación temporal o permanente de la visión de una persona bajo el influjo de una planta psicoactiva, lo conducente era investigar para saber por qué ocurría, en vez de negarlo por incomprobable; Negar la existencia de los milagros o las cosas aparentemente inexplicables me parecía ahora la mayor aberración y la ignorancia más abyecta. Lo más claro y fascinante para mí en esos momentos es que había que investigar cómo y por qué ocurrían tales cosas, ¡¡¡y esa era mi labor como investigadora de la conciencia!!!

Ya no tenía que preocuparme por publicar mi novela, sólo tenía que vivirla y disfrutarla... [Empecé a escribirla durante una crisis existencial muy fuerte en la que sentía deseos de suicidarme. Había dos personajas Gabriela y Karen que representaban mis tendencias contradictorias y casi al final de la novela se encontraban con una tercera: Eleusis, una viajera psíquica que les hablaba por primera vez del peyote y cuya aparición en realidad constituía una síntesis de las tendencias opuestas de los personajes anteriores y una nueva y esperanzadora reconstrucción de mi personalidad.]

Después de un rato Óscar regresó por mí, quería llevarme a caminar. En la euforia de haber descubierto al fin mi verdadera vocación y vislumbrando la aventura de disfrutarla, me dejé conducir por él sin ningún temor. Guardamos las cosas y comenzamos el descenso que, ayudados por las varas, resulta mucho más fácil de lo que pensaba. Venía recordando a Kerouac bajando sus montañas a toda carrera seguro de que no se caería cuando de pronto otro "¡Mira, mira!" de Óscar me hizo volver raudamente la vista hacia el pedazo de cielo que señalaba con su bastón: ¡¡¡había un halcón o un águila volando a pocos centímetros de nuestras cabezas!!! Óscar dice que era un halcón, yo digo que era un águila, pero fuera lo que fuera esta vez nos quedamos sin palabras.

Simplemente continuamos bajando en silencio con cara de no puede ser posible y sin embargo lo acabo de ver... hasta llegar a la vereda. Óscar me comunica entonces que va maravillado porque siente que no tiene cabeza y las piedras no son piedras. Yo coincido con ésto último. Me siento súper ligera y tengo la sensación de ir bajando por una cuesta de cereal esponjado como el Corn-Pops de Kellogs.

Cuando llegamos abajo Óscar se pone a recoger algunas piedras de colores bellísimos y me explica que aunque las ve como piedras, las siente como esponjas secas. Caminamos hacia el pueblo abandonado y en algún punto prometemos volver con Frida y Shopie para comprobar si los extraños y bellísimos colores de los vestigios de paredes son en realidad como los estamos viendo en esos momentos.

Viaje de regreso a San Luis

Después de un rato de caminar de nuevo en silencio llegamos a una plaza y nos sentamos frente a una iglesia. Óscar me pide que sea yo quien busque cómo regresarnos a San Luis porque él se siente aún demasiado high y todavía no recupera su cabeza. Frenta a nosotros hay tres carros y una pick-up. Los dueños de los carros son chavos que traen cervezas en las manos y están oyendo norteñas a todo volumen; así es que me dirijo hacia la pickup y le pregunto al conductor que cómo podemos regresar a San Luis. Me explica que no hay transporte y que la única opción es pedirle a alguien que nos lleve. Se lo pido a él. Voltea a ver a sus cuates y hasta que alguno de ellos asiente con la cabeza, me dice que sí. Pregunto a qué horas se van. En un ratito más, antes de que anochezca.

Regreso a sentarme junto a Óscar hasta que escuchamos que encienden el motor de la pickup. Agarramos nuestras mochilas y nos subimos en la parte de atrás con un chico que se llama Juan y una perra que se llama Topa. Como unos dos kilómetros abajo la pickup se detiene. Bajan Juan y la Topa y el conductor nos pregunta si queremos irnos adelante con él y un niño. Como ya anocheció y hace frío, nos pasamos con ellos.

Óscar sigue en su viaje y a mí me toca iniciar la conversación con nuestros anfitriones. Resulta que el conductor es geólogo y trabaja para una compañía canadiense que está explorando las viejas minas para ver si aún queda algo de plata y oro qué explotar. Óscar se integra a la plática cuando comenzamos a ver conejos que atraviesan el camino frente a las luces de la camioneta. Le pregunto al geólogo si hay zorros por la región y dice que sí y que los coyotes no tiene la cola esponjada, así es que sin duda alguna nos visitó un zorro. También dice que hay halcones, águilas y zopilotes. Éstos últimos son muy grandes y tienen el cuello blanco, así es que quedan descartados. Sólo queda águila o halcón. Óscar dice que fue un halcón yo prefiero pensar que fue un águila...

Ahora son ellos los que platican sobre las condiciones laborales y el sueldo en dólares que paga la compañía canadiense. El geólogo viene oyendo norteñas y de repente cambia de estación. Escucho las primeras notas de una rola que me encanta, le pido que regrese a ese canal, lo hace, sube el volumen y disfruto emocionada de una canción que verdaderamente me fascina y aún no sé quién la toca. El coro dice:

I don´t mind the sun sometimes, the images it shows
I can taste you on my lips and smell you in my clothes...
Sinerman and sugary and softly spoken lies,
you never know just how you look through other peoples eyes...

El geólogo, que también se llama Óscar, nos deja en San Luis, justo donde tomamos el taxi esa mañana. Caminamos hacia la casa y de repente veo en el escaparate de una librería un libro con un ojo que me llama la atención. Aún veo perfectamente y alcanzo a leer el título sin esforzarme en enfocar. Se trata de El yo cuántico, cuyo subtítulo resulta una especie de alerta: "Naturaleza humana y conciencia definidas por la física moderna" (27). ¡Justo en cuanto asumo mi vocación de investigadora de la conciencia, se me aparece un libro que define mi objeto de estudio a través de la física moderna! No cabe duda de que se tarta de una señal de confirmación e inmediatamente entro por el libro.

Cuando llegamos a la casa Anoushka está enojada y yo prefiero dejarlos solos e irme a cenar enchiladas potosinas. Camino por Carranza con los audífonos puestos sintonizando el 96.9 de San Luis que es donde habían pasado la rola fascinante y me siento tan feliz cuando veo la luna sobre mí que me pongo a cantar y bailar sola como acostumbro.

Llego hasta el centro -y como era de esperarse un 20 de noviembre en mero San Luis, cuna de la Revolución Mexicana- hay una gran verbena popular. El gobernador y sus secuaces están presenciando un concurso de danzón conducido por tres maestros de ceremonias que se arrebatan la palabra del modo más patético. Encuentro un puesto de enchiladas y como recomienda Escohotado para terminar una gran sesión de peyote, ceno a lo grande mis deliciosas enchiladas, unos maravillosos hotcakes de postre y mi premio final: un buen tabaco. Después continúo andando por allí observándolo todo hasta que me canso y camino de regreso.

En un café al aire libre que está en el callejón de la plaza de Aranzazú hay varios chavos en una mesa y justo cuando voy pasando delante de ellos, alguno le comenta a los demás mientras me señala. "Hace rato vi a esa chava caminando por Carranza bien pacheca". Una de sus amigas le dice: "Ssh que te va a oír". Lo cual me encabrona todavía más. Me volteo hacia la mesa y le grito al tipo: "¡No estaba pacheca imbécil! ¡Estaba feliz!" Y continúo caminando y temblando de coraje. Estoy igual que el protagonista de Volver al futuro cuando alguien le dice gallina y explota. Siempre me pongo fúrica y reacciono con violencia cuando alguien me insinúa siquiera algo relacionado con pachequez o adicción, y peor aún si se le ocurre utilizar la palabra que más odio "drogadicto", para referirse a mí o alguien más en mi presencia... Es automático.

Tampoco esta vez supe por qué me enfurecí al enterarme de que un descerebrado habitante de la pinche ciudad más conservadora del país confundiera mi felicidad con pachequez. ¿Por qué no me reí y lo olvidé? ¿Por qué no fui a explicarle que la euforia debiera ser el estado natural del hombre? Mientras seguía temblando y buscaba una respuesta lógica sólo resonaba en mi cerebro la estrofa de mi canción fascinante: you never know just how you look through other peoples eyes...

Cuando regresé a la casa de Anoushka, tal como esperaba, mis amigos ya estaban reconciliados y andaban de luna de miel, por lo que me dejaron encerrarme a leer a gusto las primeras páginas de El yo cuántico. Desgraciadamente la magia de mi recuperación visual ya había cesado y tuve que usar de nuevo mis lentes para leer la contraportada:

Inspirada en los fascinantes hallazgos del munso subatómico para brindarnos un nuevo modelo de la conciencia humana, la autora trata las interrogantes eternas:
* ¿Aporta la física moderna el fundamento para que nuestra conciencia perdure después de la muerte?
* ¿De qué manera se imprime en nuestro sentido del ser el mundo material?
* ¿Existe un manantial subatómico del cual brote nuestra creatividad, nuestra empatía con los demás, y nuestro sentimiento de unidad con el mundo inanimado?
Danah Zohar nos muestra un modelo de realidad en el que el universo mismo puede poseer un tipo de conciencia, de la cual la conciencia humana es una expresión. Desde esta perspectiva podemos llegar a vernos como pensamientos en la mente de Dios. (27)

¡Danah Zohar! ¿Una mujer en el abstracto campo de la física cuántica? Qué ruptura de paradigmas, pensé y seguí leyendo para enterarme de que es licenciada en física y en filosofía, con estudios de posgrado en religión, tiene dos hijos y vive en Óxford, ¡qué envidia! Además su esposo es psiquiatra y colaboró con ella en el libro...

Puedo escribir con toda sinceridad que nunca antes había experimentado un shock tan grande con ninguna otra lectura. Y ahora sé que no es sólo mi cerebro investigador el que se conmocionó con lo que más se ha acercado a ofrecer una explicación global de lo que hace tiempo estaba buscando. A Frida le ocurrió lo mismo cuando se lo platiqué por teléfono. Es más, creo que a ella le impactó más que a mí por el proceso de su accidente que ella ve como un renacimiento. Y eso que apenas estoy en el tercer capítulo porque tengo que leer cada página como unas tres veces para comprenderla bien. De hecho debiera seguir leyendo antes de estar sacando mis propias conclusiones mareadoras, quizá Danah Zohar llegó a otras y yo estoy alucinando barato y transmitiéndole a Frida mis debrayes. Sí, ceo que mejor me voy a leer y aquí le paro al recuento...

 

FUENTES DE CONSULTA ACERCA DEL PEYOTE

1. Arias Carvajal: Plantas que curan y matan, EMU, México, 1990.

2. Artaud, Antonin: México y Viaje al país de los tarahumaras, FCE, México, 1995.

3. Brailowski, Simón: Las sustancias de los sueños: neuropsicofarmacología, FCE-CONACYT, Méx. 1995

4. Brau, Jean Luis: Historia de las drogas, Bruguera, España, 1973.

5. Cobo Quintas, Cristobal: "Carlos Castaneda, el enigma del última nagual"

6. Escohotado, Antonio: Guía de drogas, las lícitas y las otras, Ómnibus-Mondadori, España, 1990.

7. Escohotado, Antonio: Historia General de las Drogas, (tres tomos), Alianza, España, 1995.

8. García Piñeiro, Juan José: En busca de las plantas sagradas, Col. Nagual, Ed. Gaia, España, 1996.

10. Goodman, Alfred et all: Goodman y Gilman. Las bases farmacológicas de la terapéutica, 8va. edición, Panamericana, Argentina, 1991.

11. Haerner, Michael J.: Alucinógenos y chamanismo, Guadarrama, Madrid, 1976.

12. Heffern, Richard: Secrets of the mind-altering plants of Mexico, Piramid Books, USA, 1974.

13. Huxley, Aldous, The doors of perception and Heven and hell. Perennial Library,  NY, USA, 1990.

14. Jiménez-Frontín, José Luis "El desafío de Carlos Castaneda" en 6 ensayos heterodoxos, Madrágora, España, 1976

15. Labarre, Weston: El culto del peyote, Premiá, México, 1987.

16. Michaux, Henri: El infinito turbulento. Experiencias con la mezcalina, Premiá, México, 1989

17. Ott, Jonathan: Pharmacoteon, Natural Products Co., USA, 1996. (Traducido recientemente por La Liebre de Marzo).

18. Paz, Octavio: Corriente alterna, Siglo XXI, México, 1967.

19. Rodiles, Janine: Una terapia prohibida: Biografía de Salvador Roquet, Planeta, México, 1998.

20. Roquet, Salvador y Pierre Favreau: Los alucinógenos: de la concepción indígena a una nueva psicoterapia, Prisma, México, 1981.

21. Schaefer, Stacy: "The crossing of the souls: Huichol perceptions of peyote", Shaman's drum, Spring, USA, 1996.

22. Schultes, Richard E. y Hofmann, Albert: Plantas de los dioses. Orígenes del uso de los alucinógenos, FCE, México, 1993.

23. Shulgin; Alexander & Ann: PIHKAL, Transform Press, USA, 1995. En Internet: http://Hyperreal.com/drugs/pihkal/

24. Shulgin; Alexander & Ann: TIHKAL, Transform Press, USA, 1998. En Internet: http://Hyperreal.com/drugs/tihkal/

25. Urbina, Manuel: "El peyote y el ololihuqui", Espacios, No. 20, año XIV, ICSH, México, 1996.

26. Weil, Andrew & Winifred Rosen: Del café a la morfina, Integral, Barcelona, 1993.

27. Zohar, Dana, El yo cuántico, Diana, México, 1996.

28. Zuluaga Ramírez, Germán: El aprendizajer de las plantas: en la senda de un conocimiento olvidado, patrocinado por Seguros Bolívar, Colombia, 1994.

29. Smith, Huston: La percepción divina, el significado religioso de las substancias enteógenas, Kairós, Barcelona, 2000.

30. Levinthal, Charles F: Mensajeros del paraíso, Gedisa, Madrid, 1989.

 

Páginas relacionadas dentro de Mind-Surf:

Entrevista a Isabel, Miguel y X

Entrevista a Emilio

Otras webs con información sobre el peyote y cactus psicoactivos:

El canto del Peyote. Zaratrusta Underground.
http://www.zaratrusta.com
San Pedro
http://www.clearwhitelight.org/hatter/sanpedro.htm

Erowid Cacti Vault
http://www.erowid.org/plants/cacti/cacti.shtml

Botany of Peyote
http://www.druglibrary.org/schaffer/lsd/pbotany.htm
Peyote and other psychoactive cacti
http://users.lycaeum.org/~sputnik/Mescaline/CactusGuide.html

The Mescaline Pages
http://users.lycaeum.org/~sputnik/Mescaline/index.html
Peyote Night
http://www.druglibrary.org/schaffer/lsd/peyote.htm

The Peyote Awareness Journal
http://www.maps.org/paj/

The Peyote Foundation Home Page
http://www.peyote.net/welcome.html 

 

 

 

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